sábado, 8 de marzo de 2025

A mí el morado nunca me vistió

Ni Estado ni Dios


Después de 2 años de la última vez que participé activamente en movilizaciones feministas con fines de construir un trabajo de base sólido (y de verlo fracasar por la falta de compromiso de colocarse en una postura política más allá que solo nombrarse feministas), he vuelto para molestar. Y empezaré fuerte porque vaya que me molestaron a mí: 

Compañeras, no están incomodando a nadie. Lo que está pasando es que cada vez estamos incomodando menos. Esto lo sé no solo por el constante reciclaje de discursos (consignas genéricas que van perdiendo fuerza porque se necesitan más las voces de ustedes que de las infografías) y la poca articulación que existe en la marcha del 8M actualmente, sino porque incomodar al sujeto antagónico solo es posible si:

1. Se identifica al sujeto antagónico. 

2. Se identifican las incomodidades y conflictos internos del movimiento (tengan algo bien claro: el sujeto antagónico, en su rol de reaccionario, es muchísimo más rápido detectando nuestras debilidades porque las necesita para usarlas en nuestra contra y como resultado: se debilita la estrategia al punto del colapso. Esto lo vi pasar tantas veces como para no destacar su relevancia).

¿Cómo se identifican ambos puntos? Con formación política.

El móvil que me llevó a extenderme con la reflexión de este año fue haber pasado tanto tiempo mirando con impotencia el derrumbe de un lugar al que pertenecí por años, que se volvió parte de mi identidad porque tenía que ver con todo lo que yo concebía como libertad: el bloque negro.

Y sí, también ese reel de Instagram donde definieron al bloke únicamente en términos de seguridad y acción directa. Así que, para contrarrestar la despolitización masiva que provocan ese tipo de contenidos, mi aporte es el siguiente:

      Cuando el anarquismo entra en la lucha feminista, es para colocarse en un plano de acción en el que tiene presente que no se le puede exigir justicia a las instituciones que fueron creadas y se sostienen por construir esas injusticias en primer lugar. Es la asimilación de que no habrá justicia en un sistema, cuya razón de ser, es la desigualdad.

Entonces, ¿cuál es su sujeto antagónico? ¿Los hombres? 

El patriarcado, desde el anarquismo feminista es entendido como un sistema de dominación interconectado con el Estado, el capitalismo y todas las formas de autoridad impuesta (recomiendo a Emma Goldman para profundizar al respecto)

¿Esto significa que, inevitablemente, el patriarcado coloca a un género en posición jerárquica sobre otro(s)? Sí.

¿Entonces significa que, si desaparecen los hombres, desaparece el patriarcado? No.

El Estado, como monopolio legítimo de la violencia, debe ser patriarcal, colonial, capitalista, racista y clasista. Es decir, que los sujetos colocados en posición de desventaja bajo el sistema patriarcal, no se mantienen en esa posición de desventaja en toda situación y contexto. Aún siendo sujeto subordinado, el simple hecho de tener acciones o discursos que sigan los criterios coloniales, capitalistas, racistas y clasistas es reproducir el sistema patriarcal. 

Lo que hace el anarquismo es reconocer y nombrar todas y cada una de las formas de dominación (y por eso soy weberiana y no marxista, pero esa será discusión para después). Y lo hace sin esencialismos, precisamente porque reconoce a la dominación como el resultado de un conjunto de procesos socioculturales es que entiende profundamente que (y aquí viene lo cursi): otros mundos son posibles.

Ahora, ¿qué significa la capucha? 

El bloque negro no representa seguridad, el bloque negro es disidencia política. Es decir, no busca inclusión en el sistema, sino su colapso. No negocia con la autoridad, la combate. 

El acto de encapucharse es esa disidencia en su manifestación más pura


Es por esto que, en las manifestaciones de antes, se consideraba a los encapuchados como las personas más politizadas dentro del movimiento. No son un grupo de personas que se reúnen y deciden taparse la cara para una marcha, son personas que se conocen entre sí (más allá de la acción inmediata), son colectivos que se solidifican a través de la lectura y el debate, que organizan y median asambleas de más de 10 horas, que organizan colectas para sostener el movimiento, que toman espacios (conocidos históricamente como okupas) y que, principalmente, reconocen y nombran sus desacuerdos y sus conflictos internos. Porque los espacios politizados no son lugares con glitter donde todas nos abrazamos y somos amigas, no, las colectivas son espacios donde se reconoce a la realidad como compleja y diversa (no como dicotómica, eso se lo dejamos a los teóricos que nomás no salen a tocar pasto), donde se tienen que llegar a acuerdos constantemente para que el movimiento mantenga su intención y dirección. Un grupo de mujeres que se reúnen no son una colectiva.

La capucha representa un trabajo constante que trasciende la acción inmediata. Lo que se hace con la acción directa es materializar un posicionamiento. La capucha es para protección ante la criminalización, sí (aunque eso no impidió que me metieran a las carpetas de investigación del gobierno en los tiempos que las de los mismos contingentes nos trataban como violentas), es simbólica, sí, pero no por iconoclasia — como dicen mucho por ahí  únicamente. Una pinta o romper una puerta puede representar la destrucción de la propiedad privada o de la figura estatal; representa tus ideales de hacia dónde encaminas la posibilidad de cambio antes que hacer visible una situación de violencia sistémica.

Entonces, cuando uno se encapucha significa varias cosas: 

1. Reconoces esa postura como el único camino para la liberación (y llegar a este punto implica toda una trayectoria de lectura, debate, asambleas, de ir de colectiva en colectiva, discusiones tanto con autores como con tus compañeros. Colocarte en una postura política es identidad porque es definirte a ti y tu trayectoria de vida desde esa postura política; es encontrar un lugar al que perteneces. Y, siendo el hecho de pertenecer algo vital para el ser humano como ser social, es un proceso interno disruptivo y de resignificación muy profundo. Yo pasé por varios procesos identitarios antes de llegar ahí).

2. Irónicamente, cuando uno se encapucha, lo hace para ser visto. Pero no desde el protagonismo, sino desde el rechazo a la individualidad para darle a la colectividad el lugar que el Estado le quita constantemente. El protagonismo y la verticalidad no caben aquí, porque se reconoce a lo comunitario como lo revolucionario (y fue por esto que procedí a funar a las morras que, descaradamente, se hicieron llamar bloke del paro del 2023 de la UAM Azcapotzalco por tener actitudes represivas y violentando a la misma comunidad estudiantil que las estaba acuerpando, pero se sentían con autoridad solo por ponerse una capucha).

Se sabe y he visto que las encapuchadas de hoy simplemente asumieron el rol de seguridad, y por ellas es que escribo esto: Hagan su lucha, pero denle sentido y conciencia a su lucha. No es una tendencia ni un disfraz, no es autoridad ni protagonismo y mucho menos para que les digan lo increíbles y valientes que son. La lucha es colectiva, pero también es disruptiva. Dejen de sentirse tan cómodas, estamos hablando de una violencia estructural que no ha disminuido ni tantito pero vemos pañuelos morados por todos lados, carteles por todos lados. Así es como sabemos que nombrarse feminista no está ni cerca de ser suficiente.

La realidad y la escucha activa siempre van a retar a la teoría. Mi corazón está en la rebeldía, en la crítica, en la resistencia. En ese lugar donde nunca es cómodo actuar porque sientes que tienes que estarte armando de valor todo el tiempo. Y ese lugar hace mucho que lo dejé de encontrar en eventos como la marcha del 8M.

A mí el morado nunca me vistió y yo tampoco lo vestí, porque lo que me vestía era la disidencia, la más radical de las propuestas. Tan radical que hasta me rompió a mí. 

Pero sigo creyendo en algo, sigo teniendo mi trinchera y sigo manteniéndome de pie en ella, aunque ahorita sienta que solo estoy parada sobre escombros de lo que alguna vez construí. 

No van a reducir los ideales por los que ponemos el cuerpo a un rol servil, yo no soy guardaespaldas y nunca me encapuché para darles seguridad (para eso solían existir comisiones de seguridad específicas así que, si quieren seguridad, estructuren su contingente y dejen de darle al bloke responsabilidades que no le corresponden).

Yo me quito la capucha antes que performar una rabia domesticada 


Mi posicionamiento no es una renuncia, sino el rechazo a lo que yo llamo como falsificación de la lucha: que se nombre como acto político a actos abiertamente acríticos. 

Donde hay romantización, no hay crítica, donde no hay crítica, no hay trabajo político y donde no hay trabajo político, no hay cambio. Y ahí está la respuesta de por qué las cosas están empeorando aunque el Zócalo se pinte de morado.

Mi posicionamiento es que la rabia es real, la rabia es legítima porque la rabia es hacia lo que implica la existencia de la figura estatal y no voy a dejar que usen mi rabia como decoración. No voy a dejar que tomen mi lucha y la de mis compañeras y la pongan en un aparador.

Mi posicionamiento es que mi lucha no tiene lugar donde me estén aplaudiendo, sino donde se precise el cuestionamiento constante. Donde se vea la destrucción, el enfrentamiento y el caos como algo necesario, ahí es donde, mi capucha y yo, habitamos.

Así el mundo entero se encargue de ensuciar el significado del bloque negro, yo siempre lo voy a proteger con uñas, dientes, piel y corazón.

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